Esta semana los relatos del jueves se encuentran enlazados en el blog Molí del Canyer, desde el cual Inma nos pide que hablemos sobre amores de infancia.
Aquí están mis recuerdos:

Como primera toma me quedo con
aquella en la que compartimos cama en una siesta. Nuestros padres (ahora lo
imagino, entonces ni me fijé, como seguramente tú tampoco) nos mandaron a la
cama después de una comida en la que debía haber corrido el vino y querrían una
sobremesa sin que estorbásemos. Seguramente terminaron echándose la siesta,
pero ellos durmiendo, no como nosotros.
Si esto lo lee alguien pensará
algo que no ocurrió, porque a nuestros ocho o nueve años compartir cama era eso,
estar juntos e imaginar. Me acuerdo que te veías como una princesa de cuento
árabe y yo como un explorador en la selva y al final nuestros caminos se
encontraban y el explorador rescataba a la princesa y terminaba con un beso, pero
en aquel entonces los besos eran en la mejilla.
La siguiente toma sería en la
playa, tú ya eras adolescente y yo casi. Me parecías muy mayor, inalcanzable
para mí, ya usabas la parte de arriba del bikini y llegaste a ser más alta que
yo. Realmente me sentía una oruga que admiraba a esa mariposa que eras tú.
Recuerdo especialmente aquella vez que te caíste de un ciclomotor (tú ibas en
ciclomotor, con tus amigos, yo en bici, solo). Recuerdo que llegaste llorando,
yo me alarmé, fui a consolarte y cuando me enseñaste tu muslo herido probablemente
la primera vez en que me sentí verdaderamente atraído por un muslo femenino. Y
la primera vez en que tuve que hablar de tu herida, cuando esa era la zona que
menos me interesaba.
Ahora haremos un flash-back y llegaremos
a cuando éramos más pequeños y nuestros mayores decían que éramos novios. Tú lo
asumías, siempre lo asumiste hasta justo el momento de la toma anterior, hasta
que te hiciste mujer. Yo en cambio lo consideraba absurdo ¿para qué quería una
novia? Ya estaba bien, éramos amigos. Bueno, a ti no te lo decí porque no
quería romper tu ilusión. Creo que me faltaba entender algo, eso que comprendí
cuando tu frágil cuerpecito de niña pasó a ser un atractivo cuerpo de mujer.
La última toma debe ser en un aeropuerto.
Allí solíamos coincidir para recibir o despedir amigos de nuestras familias y seguíamos
buscándonos, juntándonos y hablando para mantenernos al corriente de cómo evolucionaban
nuestras vidas. Y llegó el momento en que dejamos de vernos. Los dos nos
marchamos de Madrid.
No fuiste princesa, tu vida te mantuvo
en los aeropuertos.
Yo tampoco exploré África, la
vida me llevó a transitar por carreteras secundarias.
16 comentarios:
Buenas noches , preciosa historia hay que ver como los recuerdos llegan con una nitidez que hasta el más ínfimo recuerdo tiene su importancia .
Un saludo.
Esos sueños que se tienen de pequeño y que pocas veces se hacen realidad. La vida es así, pero fue bonito mientras duró.
Un abrazo
Recuerdos que regresan por una propuesta de relatos, que seguramente estaban en el baúl, airearlos los refresca y florecen los deseos de que le fuera bonito y fuera feliz. Un abrazo
Gracias por esos flash que nos hacen ir y venir por tu memoria...una vez el niño... luego el joven que empieza a descubrir a las mujeres...hasta llegar al adulto..
Tu relato tiene un hechizo muy especial...quizás no hubo princesa...tampoco un explorador en la selva..pero dejaste el aire oliendo a recuerdos...
Besosss Juan Carlos...como siempre, tus historias son encantadoras.
¡Hola! ¡Qué precioso relato! Esa manera de evocar recuerdos, ilusiones y llevarlos lentamente a separarse por la vida misma. Me ha gustado mucho.
¡Un abrazo!
Y en ca da toma un paso invisible, la complicidad, los cambios y la vida hacen el resto y en muchos casos ese amor infantil inocente se convierte en un mero recuerdo, tal vez... agradable.
Por cierto, me queda la duda de si esos sentimientos cambiaron.
Un beso!!
Bonita historia. Se unen el cándido recuerdo de un niño que sabe de princesas, pero no de enamoramientos y la cruda realidad de unas vidas, que aun pareciendo paralelas, terminan por alejarse en el infinito de la madurez.
Un abrazo.
Muy bonito relato. A mi primer amor, solo lo miraba desde mi ventana en el segundo piso. cuando entraba y salía de su casa, frente a la mía. Era chico más apuesto del mundo. jajaja.
Un abrazo.
Esa duda me enorgullece como escritor, significa que he puesto el alma.
En la realidad es una historia del pasado remoto, queda el recuerdo de una amistad de la infancia.
Que mal se porta la vida, dando sueños para luego alejarlos.
Pero aun así son recuerdos importantes.
Saludos.
Y es que a los niños parece no interesarles tanto los temas de amor, pero ya ves que cuando os dais cuenta ha pasado el tiempo. Precioso relato compuesto por retales de recuerdos, me ha encantado, besos.
Hola, Juan Carlos
Tierno y muy dulce relato. Encantadora la forma que narras cada época, te quedo muy original. El final me fascino, bello cierre.
Beso
Una muy bella historia de varias escenas discontinuas en la que los sentimientos y sensaciones se van transformando. Un abrazo
Guau! Esta vez te has lucido especialmente con tu relato. Me ha parecido magnífico la forma en que lo has contado, con esos recuerdos de escenas del pasado que nos dan una idea de la trayectoria que siguió ese amor. Y el final...maravilloso.
Te felicito!
Un beso
El fondo tan dulce y tierno...la forma perfecta para llegar al corazón del lector y hacerle percibir esa colección de sentimientos que vive el protagonista. Me gustó especialmente Juan Carlos.
Besos.
Juan Carlos, ¡qué formidable relato, evocador de esos años infantiles y adolescentes! Describes muy bien ese tránsito de la mirada inocente a una mujer, hacia la mirada que revoluciona los sentidos.
Un placer leerte, pues me transportas a mi infancia.
Un abrazo.
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