Ponme un vino, Manolo, es su particular saludo. El tabernero llena
el vaso algo más de lo normal, sabiendo que a su cliente le haría falta aquella
noche de frío intenso.
Tras un primer trago, el cliente deja
ese cajón cuya asa es un reposazapatos y lanza una maldición que resuena por el
local casi vacío. Trabaja, que tienes que
pagar nuestras pensiones, se escucha desde la única mesa ocupada. Hacia
allí se va el limpiabotas tras apurar el resto del vino. Alguien se levanta
espetándole no irás a tocarme con esas
manos de betún, pero el limpiabotas no se arredra y le abraza toqueteándole
repetidamente.
Entre risas, el tabernero
contempla a sus últimos clientes, un limpiabotas en activo y un barbero, un sereno
y un zapatero remendón jubilados, la última clientela de una taberna que tiene
los días contados, los mismos que le quedan a él de vida laboral. A principios
de mayo será reconvertida conforme a las órdenes del interiorista contratado
por su yerno, acabando con tantas pequeñas historias que pensaba subsistían
entre aquellas paredes.
Desde la mesa le reclaman que les
ponga de beber y acude tan rápido como le permite la artrosis. Y tú, ¿no te sirves?, le dicen y piensa
¿Por qué no? Nadie más le reclama. Según se sienta pesadamente, le preguntan
por el futuro de la taberna.
Será un gastrobar, dice dejando patente un sentir que lleva una
molestia a la garganta década uno. Este
mundo se amaricona a marchas forzadas sentencia el viejo sereno, no, solo cambia, dejándonos fuera afirma
el barbero.
Antonio, el limpiabotas,
sorprende diciendo que su hija se dedica a lo mismo que él. Tras un instante
dramático explica que se dedica a la reflexoterapia, es decir, a dar masajes en
los pies, lo mismo que él lleva haciendo toda su vida.
Entre las risas, el barbero lamenta
que sin esta taberna no tendrán donde reunirse. Manolo no se lo piensa, Nos queda el bar de Ángel, le quedan dos
años para jubilarse.
Conmocionados, pues todos conocen
la terrible rivalidad que hubo entre las dos tabernas, confirman que su mundo
no muere, solo se va reduciendo. Mientras tanto continúan las bromas y risas en
la única mesa ocupada de la Taberna de Manolo.
Este relato está inspirado en la propuesta realizada por Dorotea Fulde en su blog Lazos y raíces, en el que sepueden encontrar los enlaces a otros relatos surgidos de la misma fuente.
15 comentarios:
tu relato es hermoso Juan Carlos. Te voy a contar que en un pueblo al que solía visitar había un bar con uno de esos simpáticos "Manolos" venidos a la Argentina desde España. El amaba mucho mi país y decía que era su segunda Patria. En realidad, la ciudad de Buenos Aires tiene en su historia una larga de esos apreciados Manolos y algunos quedan..... UN ABRAZO!
Oficios casi entrañables, no han desaparecido del todo pero quedan tan pocos que nos hacemos fotos con ellos. Abrazos
Un delicioso aroma trae tu historia...olor a vino mezclado con adobo se respira...boquerones...jamón...y encima, de broche de oro, la estampa de esos amigos de toda la vida recordando la gloria de sus tiempos... Exquisito tu relato...besos
¡Qué precioso relato que nos recuerda esos oficios que ya han desaparecido y han pasado a la historia!
Abrazos.
Buenos dias Juan Carlos: has escinificado perfectamente la
vid de estos últimos trabajadores de profesiones impossibles, que desde la barra del bar Los Manolos veian su ocaso tan cerca. Precioso escrito, amigo.
Pequeños rincones que van transformándose y modernizándose sin remedio, pero siempre quedará alguno por ahí escondido.
Un saludo.
Me ha encantado, Juan Carlos, un relato lleno de nostalgia que nos hace pensar sobre el pasado, el presente y el futuro y cómo va cambiando todo. El futuro gastrobar dejará atrás la esencia de una taberna "de las de toda la vida". Para reflexionar. Besos
Gracias, Juan Carlos, por participar con este relato descriptivo y muy humano narrando una escena que pronto formará parte de nuestra memoria colectiva. Un abrazo.
Un tierno relato con guiños de humor que ha llegado a emocionarme porque es una realidad palpable al día de hoy.
Estos locales y estos oficios no deberían de desaparecer nunca, son nuestra historia.
Un beso.
Es una pena pero la sociedad exige cambios cada vez más drásticos. Has hecho una historia entrañable juntando esas profesiones desaparecidas sin remedio, aunque algunas se puedan reconvertir como la de la reflexoterapia, ja ,ja. Un beso.
Buenas tardes, Juan Carlos:
Enhorabuena por el relato, admiro la naturalidad de tus diálogos (a mí me suelen quedar artificiosos, para disimularlo opto por una estructura narrativa) Me ha gustado ese final agridulce, esa reflexión sobre realidades que no desaparecen pero sí que se van empequeñeciendo.
Feliz fin de semana, Juan Carlos.
Como dice Nino, un relato natural, costumbrista, reflejando el ambiente de un lugar y de unos personajes que por un momento me han recordado la película Muerte en Venecia, una sociedad que languidece y se va reduciendo hasta desaparecer.
Me ha gustado mucho.
Un fuerte abrazo.
Me ha gustado estar de observadora de este relato. Yo no he visto esto en la vida del tú a tú, solo en películas o en documentales, pero en el fondo, ¿tanto hemos cambiado? ¿Tanto nos han hecho cambiar?
Un besazo.
Siempre que llego a un pueblo intento buscar un bar como de Manolo, y en muchos pueblecitos aun se encuentran, lo que es mas dificil es encontrar al resto de personajes. Un precioso escrito que es como un homenaje de despedida, besos.
Siempre que llego a un pueblo intento buscar un bar como de Manolo, y en muchos pueblecitos aun se encuentran, lo que es mas dificil es encontrar al resto de personajes. Un precioso escrito que es como un homenaje de despedida, besos.
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