Tras haber publicado Pulpo a feira y comprobar que es un relato muy difícil de entender, tanto por el formato que quise darle, mezclando los tiempos a lo Pulp fiction y narrando a través de cinco personajes, publico esta estrada para intentar que el relato sea más comprensible.
Datos a tener en cuenta:
En Galicia se realizan fiestas del pulpo, en las que se come ese cefalópodo.
La manera más tradicional de cocinar el pulpo es a feira. Alguna vez esa receta se tradujo como octopus at the party.
La fiesta del pulpo, en gallego es A festa do polbo. Y polvo soloquialmente hace referencia a una relación sexual.
A Santa Compaña es, según la leyenda, una comitiva de almas en pena. Quien la ve se incorpora irremediablemente a ella.
Con estos datos espero se entienda mejor esta historia:
Meses más
tarde, a un millar de kilómetros, Mike dibujaba otra historieta de su exitosa
serie de cómics llamada Octupus at the
party.
Todo
empezó cuando los niños leyeron el cartel que publicitaba eso de Octopus at the party. Su imaginación se
disparó y Debbie le convenció para que los llevara a esa fiesta de los pulpos.
Ella no podía acompañarles.
Días antes,
Vicentiño comprobó que la liberación fue peor que el encierro. Le llovieron golpes
con una saña inmerecida. Incomprensible, dado que el único ser que le odiaba,
Marcellus, estaba a su lado, recibiendo también la del pulpo. Y porque no era capaz de recordar qué hacían allí.
Y tampoco
recuerda cómo llegó allí, a encontrarse entre otros muchos cadáveres de pulpo que
un cocinero troceaba. Vio emerger a su lado a Marcellus que arrebató el hacha
al cocinero y empezó a decir: Ezequiel,
25:17 El camino del hombre recto está por todos
lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres
malos …
Al ver que
estaban en A festa do polbo, recordó
en qué estaba pensando cuando ocurrió todo. Iba al encuentro de Maruxa, para
eso … entonces Marcellus, macho dominante y celoso, le atacó. Mientras huía vio
que su rival quedaba atrapado en una trampa de esas que ponen los humanos, así
que, relajado, decidió comer algo antes de volver hacia Maruxa y se encontró
tontamente atrapado en otra de esas jaulas.
Siempre
positivo, quitó el arma a su compañero y le dijo Déjate de venganzas, Marcellus, ya que estamos en una fiesta,
¡bailemos!
Sabiéndose fantasma, comprobó que podía
desplazarse por el aire con la misma ligereza con la que lo hacía en el agua.
Así que llegó al escenario de la fiesta y comenzó a bailar como Travolta en el
Jackrabbit Slim. Y ya puesto, interpretó una canción de The Pulp.
Mike
cuenta que para llegar a la fiesta transitó por una carretera comarcal y luego tuvo
que tomar pistas forestales que cruzaban bosques en los que las sombras
parecían cobrar vida y la vida parecía correr a buscar refugio mientras quedara
algo de luz. Y cuando las brumas espesaron hasta llevarle a un mundo totalmente
irreal, se encontró allí, en esa fiesta de los pulpos. Él vio dos, uno que
bailaba en el escenario y otro que emergía de un barril de vino.
¿Qué fue del
cocinero?
Esto es lo
que nos cuenta un portavoz de la Santa
Compaña.
El rapaciño venía corriendo, muy asustado y
va y choca con nosotros, justamente con nosotros y justamente cuando íbamos en
solemne procesión. Y él da la vuelta y vuelve corriendo al lugar del que venía.
Y nosotros, claro, le perseguimos, porque las normas son las normas y todos
estamos obligados a cumplirlas. En este caso fue un placer, porque al
perseguirle llegamos a aquella fiesta y nunca, se lo juro, nunca desde que
estoy en la Compaña, me había divertido tanto. No, en la fiesta no se aplican
las normas, porque allí no estábamos de servicio. Aquella noche en A Pobra do
Espanto quedará en los anales de la Compaña. Por lo que nos divertimos y por
esas incorporaciones. Un pulpo bailarín da mucho empaque a nuestro grupo. Y el
rapaciño, aunque aún sigue algo depre, tiene madera para liderar este grupo.
Y es que los de la Compaña
encontraron al pinche, que intentaba ocultarse y limpiar cualquier rastro de lo
ocurrido aquella noche. Poco anteshabía visto al pulpo Marcellus y no lo dudó.
Tomó un extintor y vació la espuma sobre él, hasta que el cefalópodo desapareció,
rumbo a un mundo donde no hay vivos, ni muertos, sino seres desvanecidos por
efecto de la espuma, cocineros que no pueden escapar a un destino cruel.
Un mundo que nadie conoce y
que apenas vislumbró aquel inglés que llegó a estudiar la flora de la comarca y
ahora hace cómics tratando de explicarse lo que vivió esa noche entre brumas,
bosques y pulpos.